28 enero 2011

Que alguien le avise a Darío

Vamos a abrir una línea de crédito. Vamos a pensar que el intendente no está al tanto de lo que sucede a su alrededor. Tratemos de imaginar que, a su oficina blindada, no llegan los gritos y quejas de los empleados municipales y que nadie de su entorno quiere molestarlo con temas menores como la electrocución de una secretaria o el desplazamiento de mandíbula de Graciela Meneses. Supongamos que su ausencia y la falta de trato con los empleados bajo su responsabilidad, se debe a la situación crítica que exige su atención hasta altas horas del día. Supongamos que, debido a su estancia en Villa Gesell, por vacaciones, impidió que se enterara de este último desastre que pudo costarle la vida a una mujer joven a causa de la negligencia de los empleados de mantenimiento. Ahora pensemos de que manera es posible informarle que el edificio municipal es una trampa mortal para todos los empleados con excepción de los privilegiados que trabajan en el segundo piso que, como dijo por radio un municipal, “Parece un espacio cinco estrellas, mientras que el resto no tiene ni una estrella”. Es necesario que Darío, nuestro intendente, se entere que a una empleada de personal, se le cayó un ventilador en la cabeza que provocó el desplazamiento de mandíbula al margen de algún problema neurológico posterior. La joven, Graciela Meneses, sufrió el terrible golpe y no había un enfermero para atenderla, según la queja de sus compañeros desesperados por la situación. Dicen que tuvo que ser trasladada en una ambulancia privada y que, en la clínica Cruz Blanca, no la atendieron porque no trabajan con la ART y la derivaron a la Sala Salud de la calle Cnel. Delía y, en un coche particular, a su casa de Alejandro Korn. Graciela trabaja en personal, es decir, en el tercer piso donde tiene su oficina el Secretario de Gobierno, Dr. Juan Carlos Viscelino. Dicen que este, a pesar de haber sido intervenido en la Fundación Favaloro donde le colocaron un Sten, se hallaba en su oficina y salió al escuchar los gritos, preguntando que pasaba, al enterarse, ingresó nuevamente a su oficina de la que no volvió a salir. Algunos dicen que fue por consejo de la doctora Duarte quien trató de preservar su salud (de la de la empleada que se ocupen los compañeros). Rápidamente, aunque tardíamente (aunque suene raro, no es una contradicción en el municipio) llegó el equipo de mantenimiento y constató que los aparatos estaban mal instalados. Obviamente, los instaló gente de mantenimiento, pero no es cuestión de hacerse cargo pudiendo echarle la culpa a otro. Los muchachos tuvieron una idea genial: Retiraron ocho de los diez ventiladores de techo dejando a la gente sin ventilación en días en los que la sensación térmica superaba los cuarenta grados. Nadie salió a aclarar nada, supongamos que toda la planta jerárquica está de vacaciones, sin embargo, alguien determinó que se coloquen dos equipos de aire acondicionado de 15 o 18 mil frigorías. El tema es que, debido al desastre en que se convirtió toda la instalación eléctrica, con cables que circulan por fuera del edificio, con conexiones que, de estar en un local comercial, provocarían la inmediata clausura del mismo, con el peligro inminente de electrocución, como le pasó a una empleada de salud a la que convencieron con un par de contratos para que no actúe contra el ejido municipal, provocarían que toda la instalación reviente y provoque un incendio que, dadas las condiciones ambientales, con goma, madera, papelerío y otras cuestiones como que los pasillos se convirtieron en depósitos de basura, nos dejaría sin municipio. Por eso es importante que Darío, si no lo sabe, se entere. Propongamos que paralicen las prebendas por un tiempo, que congele algunos de los cientos de asesores que no sirven para nada,  y use ese dinero para reparar esta situación que promete convertirse en caótica. De esta manera se podría evitar que una empleada administrativa deba controlarle la presión a un compañera descompensada por el calor reinante, que no sea una aventura tratar de ingresar al baño del tercero sin correr el riesgo de bajar al segundo sin escala previa, o que haya luz, o que no se caiga el inútil equipo de aire sostenido por solo dos tornillos flojos que denuncian las chicas de Política social bajo la mirada rectora del amigo Leonardo González, o que no clausuren las ventanas porque falta presupuesto para repararlas, o que funcione, de una vez por todas, el ascensor y, al que funcione, le aparezcan los necesarios botones para accionarlo con seguridad. Los empleados exigen y amenazan. Si esto llegara a Darío, nuestro intendente, quizás sería muy fácil encontrarle una solución. Se los dejo como tarea para el hogar. ¡Ah! ¿De los baños inundados y sucios, sin papel ni toallas, dije algo? Una aclaración necesaria al pedido de algunos descontrolados: ¡No!. Al segundo piso no se puede trasladar toda la planta municipal.