Por Javier
Garin, el sábado, 12 de enero de 2013 a la(s) 14:52 ·
A la hora de criticar, se puede criticar cualquier cosa, hasta una cita
histórica rigurosamente exacta, como la que hizo la Presidenta de la Nación en
su discurso sobre la fragata Libertad, cuando recordó la expresión del
Libertador de América General José de San Martín, sobre combatir "en pelota
como nuestros hermanos los indios". Parece ser que esta cita molestó a
algunos pacatos, por la supuesta "grosería"...
Como cualquier persona medianamente informada sabe, esa es una de las más
famosas frases de San Martín. Significa que, cuando los recursos escaseen,
habremos de seguir peleando aún despojados de todo, ya que se trata de la
dignidad de los pueblos, y no hace falta tener abundantes recursos para tener
dignidad. Era una respuesta a los derrotistas e imposibilistas de aquellos
tiempos (pues siempre los hubo, como también siempre hubo cipayos).
Esta frase va en la misma línea de aquella otra, también de San Martin, que
exhortaba: "seamos libres y lo demás no importa nada". O la de
Belgrano, que escribía al paraguayo Dr. Francia: "la vida es nada si la
Libertad se pierde".
También Belgrano solía lamentar que no hubiéramos alcanzado, en la lucha por la
Libertad, "ese vuelo" que nos hace superiores al temor a perder las
efímeras comodidades de una vida "por lo demás muy llena de vicios".
Ambos patriotas siempre sostuvieron que no hay que pensar, pusilánimes, en las
pequeñas ventajas de someterse al dominio colonial, y mucho menos en el miedo a
perder despreciables privilegios, sino en defender a toda costa la libertad y
la dignidad.
También el gran publicista de la emancipación, Bernardo Monteagudo, esgrimió
reiteradamente la misma tesitura. Escribía que "para un pueblo cobarde,
hasta su misma seguridad es peligrosa, pero para un pueblo intrépido y enérgico
sus dificultades y peligros son otras tantas ocasiones de probar su
valor".
Lamento que como argentinos no conozcamos el pensamiento de estos grandes
hombres, pero ello no me extraña, ya que en las escuelas, desde hace muchísimas
décadas, no se enseña la verdad sobre nuestros próceres, sino una historia
tergiversada para servir a los fines de la colonización mental y el cipayismo.
De esto me ocupo en mis libros, precisamente: de las mentiras que se hacen
pasar por historia y de las verdades que se ocultan.
Por lo tanto, felicito a Cristina por el recuerdo tan acertado del pensamiento
real de San Martin, quien, más que militar, fue un extraordinario POLITICO y
manejó desde las sombras los gobiernos de tres países.
Tal vez a alguno le molesta que San Martín haya usado la expresión "en
pelota", pero era un hombre bastante mal hablado, como criado que fue en
los cuarteles. Los próceres fueron gente de carne y hueso y no estatuas de
bronce.
En una oportunidad, en que participé de un encuentro de belgranianos en el
Monumento a la Bandera de Rosario, el amigo Manuel Belgrano -descendiente
directo del padre de nuestra patria- me comentó que, en una de las tantas
dictaduras que padecimos, un militar que presidía "de facto" el
Instituto Nacional Belgraniano se negó a aceptar su vínculo de sangre con el
prócer. "¿Cómo va a ser su descendiente, si Belgrano era soltero? Lo hace
quedar mal al general", fue el argumento de ese milico ignorante, que
evidentemente no sabía (o pretendía ignorar) que Belgrano tuvo dos hijos
naturales, ambos adulterinos: un varón que nunca reconoció por motivos
familiares y una niña reconocida recién en su testamento.
En una conferencia que brindé en La Quiaca por el Bicentenario del Éxodo
Jujeño, comenté que Belgrano había mentido al dar el parte del combate de Las
Piedras, exagerando la importancia de esa acción militar para entusiasmar a las
tropas y convencer al Primer Triunvirato de darle más apoyo. Uno de los
presentes se enojó, respondiendo que "Belgrano nunca mentía".
Soberana tontería, ya que Belgrano mentía como cualquier ser humano, a pesar de
que era un hombre habitualmente muy sincero. En una carta dirigida a
Güemes, el propio Belgrano -impenitente mujeriego- le comenta al gobernador
salteño que él solía ser veraz, salvo cuando a sus novias les decía que
las quería, no siendo verdad...
Tal vez los ignorantes piensan que es mejor presentar a Belgrano como "un
homosexual" (según falsa e insistentemente se ha dicho por quienes, en su
mentalidad machista, creían así denigrarlo sobre la exclusiva base de su timbre
de voz), pues les molesta que se diga que era mujeriego y padecía de sífilis
contraída en los lupanares de España en su juventud.
Estos mismos ignorantes tal vez consideran más conveniente mostrar a San Martín
en un caballo blanco durante el cruce de la Cordillera, y no en camilla como en
realidad cruzó, hallándose gravemente enfermo. Tal vez imaginan que consumar
semejante hazaña sobrellevando además una enfermedad no es heroico...
La sacralización de los próceres, signo evidente de una pacatería hipócrita,
tiene además el efecto de alejarlos de nosotros, presentándolos como modelos
tan elevados y superpoderosos que nunca podríamos imitarlos. Y la realidad es
que, siendo hombres como los demás, llenos de defectos, vicios y limitaciones,
pudieron sobreponerse a ellos para obtener logros extraordinarios. Esto no
resulta desmoralizador, sino por el contrario, enormemente alentador, ya que
nos induce a pensar que también nosotros, simples y mediocres mortales, podemos
elevarnos sobre las debilidades de nuestra humilde condición cuando nos animan
nobles propósitos. Y que las grandes gestas patrióticas no son sólo hechos de
un pasado legendario, sino logros factibles también en el presente real...