La
mañana era fría y lluviosa, ciertamente no era una de esas que invitan a salir
a caminar. Pero el motivo que me movía era ir a recorrer el Barrio de Villa
Jardín junto al compañero Raúl Alderete, que se encontraría con compañeros de
militancia, entre ellos, con Víctor Basterra, aquel que tuvo la suerte de
sobrevivir en la ESMA y sacar de allí un valioso testimonio personal y material
fotográfico.
Warnes
y Obón era una laguna de esquina a esquina y caían más gotas. Nos juntamos en
el quiosco de la esquina y ya el clima era de emoción. Pero cuando los
compañeros acercan a la actividad a Nora Cortiñas, mítica madre de plaza de
mayo, ya sabíamos que íbamos a vivir algo especial.
Nos
acercamos al local de la Cámpora y los recuerdos empezaban a tener alas. En eso
llega Víctor Basterra, volviendo a su barrio de militancia juvenil.
Los
abrazos y las jodas por las secuelas que el paso inclemente del tiempo deja en
todos y cada uno amenizaban este ejercicio de memoria.
Ellos,
pibes de Villa Jardín, no aprendieron la clandestinidad en “la orga”. No, sus
padres con la mirada añorante les hablaban en voz baja de los logros del
gobierno del general prohibido y en ese secreto aprendieron a masticar su
bronca. Cuando a finales de los 60 y principios de lo 70 los jóvenes
universitarios se acercaron a incentivarlos, les mostraron un camino y les
hicieron brillar los sueños.
Y
ahí estaban de vuelta, tomando sociedades de fomento de las manos de los
burócratas, exigiendo la construcción de escuelas, salas de primeros auxilios y
tapando con porfiados viajes de carretilla la laguna donde después se construyó
parte del barrio.
Mientras
los recuerdos hacían galopar el corazón, nos percatamos de Norita, con su edad,
que estaba pasando los charcos de los pasillos de la villa, subiendo cuestas
imposibles y con las ganas de conocer la situación del barrio y la vida de la
gente que la habita. “¿Qué te pensás, que soy una vieja?” retaba a un compañero
que quería cuidarla.
Nos
acercamos a una columna que está sobre el camino de la rivera del Riachuelo y
los compañeros cuentan que allí los milicos quisieron hacer un paredón para
evitar que se viera el barrio pobre. Los vecinos aprovecharon los ladrillos de
canto para hacer sus propias casas (¿usar las armas del enemigo, tal vez?)
Y
recorriendo la villa aparece todo lo que queda por hacer para que haya dignidad
en nuestro país y lo mucho que construyeron los compañeros en aquella primavera
donde el cielo parecía al alcance de la mano. Y siguen los recuerdos: los
burócratas, los triple A, la reunión de los vecinos con un Manolo Quindimil
acorazado de matones.
El
pasado y el presente se mezclaban y Raúl era ahora “El ciego”, la compañera
volvía a ser la piba de 15 años que llevaba las “molos” y se volvían a escuchar
las consignas de la fe y la esperanza de la época de la vuelta del general. Los
compañeros saludan a medio Jardín, ("¿viste?, se acordaba de mí") y
ya marchan junto con ellos todos los que dieron su vida por el sueño de la
patria socialista.
Al
final soltamos los globos con los colores de nuestra bandera. Levantan vuelo,
viborean jugando con los árboles y se despiden. Inevitable no evocar a aquellos
caídos que hoy son memoria y que en muchas esquinas del barrio son recordados
con placas.
Empanadas
en la casa de Laura y la reflexión, Ezeiza, el día que el general echó a los
“mocosos imberbes”, tanto dolor y sacrificio para mantener vivo el sueño de la
liberación.
Salimos
y llovía. “Lástima que llovió” dijo un compañero. Norita, con su sonrisa, con
su simpleza, con esa eterna fe inconmovible, toda ternura nos dijo “Hoy siento
que por aquí estuvo mi hijo, hoy para mi, salió el sol”.
Raúl
vuelve con los ojos cargados de ayer y el corazón en la mano. Las arrugas del
alma casi ni se notan cuando los sueños son limpios y jóvenes.
Sergio EDE NUEVO ENCUENTRO - LANUS
Lic. Sergio Landini
Psicólogo (M.N. 16.996)
Director
Valorarte Asociación Civil
156 145 9148
Lic. Sergio Landini
Psicólogo (M.N. 16.996)
Director
Valorarte Asociación Civil
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