Dicen
que Darío está algo paranoico con el tema de no poder hablar sin que se filtre
todo lo que dice. La solución, según parece, es sacar a los empleados de
seguridad y otros de los que hacían antesala en la oficina del intendente y
mandarlos al pasillo, lo que habría provocado un gran malestar entre la tropa
que ya no puede explicar las decisiones del jefe comunal que, al decir de
muchos, funciona como la almeja, “Se entierra con la lengua”. Quizás la
solución a tantos desaciertos, sea más simple: Comenzar a hacer las cosas bien,
de esa manera, lo que trascienda, nunca podrá ser malo o perjudicial para el
intendente y, sobre todo, para sus jefes provinciales y nacionales. Nadie
traslada una buena noticia. No da réditos.
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