En una
nota que no tiene desperdicio, el presidente del Club Lanús, Nicolás Russo,
sale a expresar su intención de incursionar en política y se despacha con una
declaración que produce, al menos, escozor. Dice que, “Apostamos a que una
persona de nuestro espacio sea intendente, puedo
ser yo o cualquier otro que esté dentro del espacio”. Suponemos que lo dice
en serio. La verdad es que, en un momento donde la política está tan devaluada,
cualquiera puede pensar que es sencillo llegar a los primeros planos y, aún
más, competir con ventaja contra hombres que han dedicado su vida a la política
y llevan horas de vuelo para afrontar con experiencia y preparación, tal
desafío. Russo ha demostrado ser un buen presidente de un club chico. Es
correcto, de bajo perfil y no se le conocen deslices financieros ni legales.
Con esos pergaminos podría aspirar a la presidencia de la AFA, siempre y cuando
estire la pata el legendario Grondona, pero salir a declarar que, a pesar de
nunca haber militado o participado en política, está en condiciones de conducir
los destinos de Lanús, es faltarle el respeto a los ciudadanos y a sus propios
militantes, si es que los tiene. Con la mesura que siempre mostró. Con humildad
y seriedad, deberá trabajar junto a los que saben y juntar ganas y orín,
esperando que la oportunidad le llegue a una edad en la que todavía no se
babee. No empezó bien desairando a Macri y a Grindetti y no continúa mejor,
argumentando que no trabaja con Pallares, después que este lo mencionó en el
armado. Estos deslices se suelen pagar caro en política. Lo malo es que no le
sobra el tiempo para enmendarlos.
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