Después
de escuchar tantas versiones sobre asaltos, entraderas y arrebatos en la vía
pública. Después de tratar de dar respuestas a los reclamos a pesar que no
tenemos nosotros, los trabajadores de Protección Ciudadana, la responsabilidad
de la seguridad en el distrito. Después de responder a tantas amenazas sobre
piquetes y marchas si no respondíamos a las quejas, finalmente me tocó a mí.
Me tocó
a mí, sin estar en casa, es decir, me tocó donde más me duele, en mi madre y mi
mujer, y yo también, como algunos afortunados, agradecí que no las lastimaran.
Las imágenes son duras. Llegar a casa y sentir que un par de hijos de puta
revolvieron la intimidad de mi hogar duele. Lo admito. Es como una violación de
mis cosas más íntimas. En ese contexto, la policía no me dio respuestas, a
pesar que esa misma mañana hubo varios hechos de similares características. La
policía parece estar aletargada. Llega tarde a todo y, sin embargo, uno sabe
que los policías saben mucho más de lo que admiten. Lo se por experiencia. Hoy
lo se por haberlo padecido. No es mi primer asalto ni mi primer robo, pero la
impotencia de no haber estado para impedirlo es fuerte. No soy Rambo, me alegro
de no haber estado. Me alegro de que hayan encontrado dinero para satisfacer su
necesidad y, por supuesto, me alegro de que estos hijos de puta no se hayan
ensañado con mi familia, pero no me alcanza. Los quiero presos. Los quiero
detrás de las rejas donde deben estar los que no quieren lo que todos queremos:
Una vida digna y de trabajo. Esta lacra social debe desaparecer. No lo digo hoy
que soy víctima. Lo dije siempre y lo sostengo. Muchos de ellos reciben
subsidios del estado porque el estado no investiga. No está para eso. Está para
generar votos a favor. Y si no es así, que le pregunten al “monito” Rodríguez
que disfruta de las mieles del miedo ajeno con dos cooperativas que le reportan
miles de pesos solo por ser un delincuente que se sostiene con el miedo de
personajes nefastos para la política. No voy a hacer nombres, pero todos los
sabemos. La seguridad es, hoy por hoy, la clave de los municipios para mantener
su credibilidad, pero si nadie se hace cargo de su responsabilidad como vecino,
¿Qué puede hacer el municipio? Si después del robo llegan tres patrullas y
nadie del vecindario se asoma para averiguar lo sucedido, ¿Qué se puede hacer
para controlar la delincuencia? Una piba vio una moto parada y a su conductor
hablando por celular, pero pidió no declarar por miedo, ¿Qué se puede hacer?
¿No piensa la piba que mañana le puede pasar a ella? Aclaro que el de la moto
era mi vecino que no tenía nada que ver con el robo, pero la piba no lo sabía.
Triste si los jóvenes viven con miedo porque la intrepidez es propia de ellos y
si renuncian es porque ya están entregados a los delincuentes. Todo esto no es
sino una catarsis de lo experimentado, pero debe servir para otros. Por lo
menos que sepan como se marca una casa y, además de señales y dibujos, en este
caso, colocaron un periódico cruzado entre las rejas para que otro supiera
donde atacar. Espero que sirva para que alguien impida algo. No es mucho, pero
es algo más. Un aporte a la desinteligencia en la que estamos confundidos
todos. Eso si. No organizaré una marcha contra el municipio. Es de gente sin
principios ni ideas.
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