Dicen
que el dolor fortalece o derrumba. En el caso de los padres de Enrique Redondo
Martínez, el joven asesinado hace casi diez años, Enrique Rogelio Redondo y
Delia Martínez, el dolor fue el acicate para iniciar un camino solidario con su
dolor personal y el de las madres del dolor a las que acompañaron y por quienes
fueron acompañados. Delia, como madre, luchó contra los obstáculos que le
impuso una justicia sospechosa, contra fiscales que dormían la causa, contra
policías que ocultaron pruebas y pusieron piedras donde debía haber
colaboración. En ese camino, perdió a su compañero de ruta durante 29 años. El
amigo Rogelio no pudo llegar al juicio y murió un par de meses antes que
sucediera la segunda muerte de Enrique, la que le dio una justicia que liberó
al policía federal Venturini, acusado de haber dado muerte al joven de un
disparo con su arma, arma que la policía entregó a su suegro en custodia, o las
ropas de Enrique que desaparecieron sin que fueran periciadas, o la tardanza de
una ambulancia que llegó y fue despedida, para volver mucho más tarde, lo
suficiente para que el joven se desangrara y falleciera en el hospital Evita,
al que ingresó sin que fuera anotado en el libro de guardia. La lista de
irregularidades sigue, pero ya no es importante. Lo importante es que la
apelación prospere y haya otra oportunidad de juzgamiento. Delia hoy sobrevive
gracias a la mano generosa del intendente Díaz Pérez que, primero contuvo a los
padres y luego les dio un trabajo municipal para que pudiesen afrontar los
costos del juicio y de los viajes. La economía de Delia está en crisis, tuvo
que vender el único auto que poseían, una casa de fin de semana que, con mucho
sacrificio, había construido Rogelio. Hoy, la realidad pasa por la esperanza de
conseguir que se concrete el mural con la imagen de Enrique y de 29 jóvenes
asesinados violentamente y cuyos padres accedieron a que se construya. El
proyecto contó con la aprobación de la Diputada Karina Nazabal quien aportó el
dinero para que el sueño se concretara, incluso el propio intendente lo aprobó,
sin embargo, el proyecto duerme en Cultura. El otro proyecto es la declaración
del 9 de Octubre, día del asesinato del arquerito del Porve, como el Día de
Arquero y en la fundamentación, Dalia recuerda que el propio “Che” Guevara fue
arquero antes de dedicarse al rugby. Son diez años de impunidad y de dolor,
alguien puede mitigarlo provocando la realización de estos proyectos. No es
mucho, no es nada, comparado con la felicidad que provocaría en esa mujer que
dedicó su vida a buscar justicia y todavía espera que la justicia sea, un poco
más justa.
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