Somos
ciudadanos de este Lanús donde la vida parece no valer lo mismo que en otro
distrito, por lo menos en lo que respecta al accionar de la delincuencia. Pibes
drogados con “la mala”, deciden si tu vida es valiosa o no vale nada. En ese
contexto, se organizan marchas que piden que el intendente se siente con Scioli
para pedirle que haga algo. Obviamente, algo que no vaya más allá de lo
permitido. Darío ya se sentó, criticó y vapuleó al gobernador, y solo consiguió
que un inútil como Casal, decida mandar algunos agentes de distintas fuerzas,
después que tuviéramos que lamentar decenas de muertos, ¿Qué otro reclamo
efectúan? ¿Qué haya más presencia policial? Lo piden, pero ignoran que la
fuerza está diezmada, y está diezmada por carpetas médicas, psicológicas, por
pases que, aunque se niegan, siempre terminan yéndose ala Metropolitana de un
Macri que tiene caja para solventar lo que Scioli no quiere, ¿Por qué digo que
no quiere?, porque maneja una caja que supera, holgadamente, los cien mil
millones anuales de pesos. Con esa caja puede dar aumentos, jerarquías, y todo
lo que pidan los policías (que no piden nada extraordinario) y, también
sostener los comedores que intenta cerrar, o los reclamos de docentes y auxiliares
que son quienes tienen el compromiso de que los pibes drogados, ya no se
droguen, y aprendan que la vida es algo más que un simple plato de comida y
unas zapatillas de marca. Me pregunto si saben lo que piden, cuando marchan y
el dolor es más fuerte que la realidad que indica que estamos reclamando donde
no se debe. No puedo entender su dolor. Yo no perdí un ser querido. Si esto
sucediera, creo que no comprendería la intención oficial de conversar.
Pretendería que me muestren el cadáver del asesino de mi hija, de mi hijo, de
mi padre. No negociaría mi duelo, o si. Quien sabe que resortes se activan ante
tanto dolor. Ayer se organizó otra marcha y, al frente había gente que no
perdió a nadie. Había políticos que no pueden saber cuanto dolor se siente cuando
nos matan lo más querido. Yo no lo se, pero imagino que no existe autoridad
para pararse delante de uno y, tratar de explicar que se hará “todo lo
posible”. A mi no me alcanzaría, creo. Pero también creo que la marcha no
indica todo lo que se reclama. Hay gente que se siente molesta por la
interrupción del tránsito de camino a casa, después de un día duro. Tan duro
como el día anterior y el que vendrá mañana. Hace falta institucionalizar el
reclamo. Darle una identidad concreta. Reclamar sobre lo que se puede y debe, y
no sobre aquello que suponemos que es justo. Tarde descubrimos que la
democracia nunca fue justa. Fue un modo de gobierno donde, los que votamos,
dejamos en manos de los votados, las decisiones importantes. Ese fue uno de los
más graves errores de los que nacimos a la democracia después de años de
padecer tiranías. Éramos jóvenes, tan jóvenes como estos pibes de La Cámpora
que creen saberlo todo, porque ese es uno de los requisitos de ser joven: La
intrepidez. Finalizando esta reflexión, que no intenta ser otra cosa que eso,
digo que, es bueno marchar y mantener vivo el reclamo. Pero sin otro norte que
la queja, por la queja en si, no nos conducirá sino al hartazgo y todo volverá
a fojas cero. Los políticos cuentan con ello. Saben que el pueblo sale a la
calle indignado y, cuando el calor de la batalla mengua, vuelva a su casa. A su
orden. A su rutina. Cuentan con ello porque viven de ello. Si queremos que algo
cambie, tenemos que pensar como ellos y concretar un reclamo que vaya más allá
de la simple marcha en el lugar equivocado. No soy un oráculo. Soy uno de
ustedes, pero con la conciencia tranquila de haber reclamado antes. Por eso les
pido a mis vecinos, que no malgastemos la energía pidiendo curitas cuando
alguien nos puede curar de la enfermedad. Seamos claros. Seamos cuerdos.
Pidamos leyes y pidamos que se cumplan. Eso no lo puede solucionar un
intendente que cree que no es su tema y su responsabilidad. Para eso existe una
ley superior, jueces y fiscales. Legisladores y cámaras que escuchan cuando el
pueblo truena. De todos modos, siempre es bueno lo que se haga desde el
corazón. Lo malo es quedarse allí, donde somos más vulnerables.
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