20 julio 2013

Chevron y la fractura de la soberanía



Escrito por Silvana Melo
Miércoles, 17 de Julio de 2013 11:59
(APe).- Habrá que explicarles alguna vez a los que están naciendo qué se hizo
con el suelo hecho para sostenerse, para pararse, para que ande la libertad.
Habrá que contarles la mitología de los pueblos soberanos, la leyenda de la
independencia y la quimera del río azul que la araucanía consideraba Ñedken,
arrogante y audaz.
El decreto 929 del Gobierno Nacional y la firma de la sociedad de YPF con
Chevron es una amarga confirmación de que nada ha cambiado en el país en
veinte años. Una desmentida brutal a Heráclito: la Argentina se baña dos veces en
el mismo río. Pero antes lo fractura y lo contamina.
Con la sutileza de ahorrarse colocar a un empresario multinacional como ministro
de Economía, el Gobierno reparte como naipes en juego los recursos naturales
que se agotan y los deja en manos de quienes exprimirán la tierra y el río hasta
volverlos desierto, los harán volar, los contaminarán y los dejarán temblando en
los pies de la gente. Las leyes mineras del menemismo y el decreto cosido como
una blusa a perfecta medida de Chevron responden a la misma matriz filosófica.
La riqueza enajenada y con beneficios de patronal concedidos a las empresas
multinacionales (a la Barrick, a Chevron, a Monsanto y a todas las que quieran
venir a servirse de tan generoso plato) corresponden a una idea determinada de
país. Con jefes inapelables en las sombras. Y un escenario colorido donde el
poder de cartón hace creer que las decisiones de la médula pasan por Moreno o
Kicillof. Habrá que explicarles a los que están llegando quién es la marioneta y
quién el que le mueve los brazos.
El decreto 929 autoriza a empresas que realicen una inversión directa en moneda
extranjera de mil millones o más (Chevron invertirá 1200 millones) en los primeros
cinco años a exportar sin retenciones y con libre disponibilidad de los fondos que
generen esas exportaciones. Es decir, nadie les exige que aunque sea una parte
de esas divisas se queden en el país a cuya tierra someterán al fracking, fractura
hidráulica, hidrofractura. O vejación profunda. Como las megamineras vuelan los
cerros y someten a las rocas a la lixiviación por cianuro. Todas necesitan de un
volumen de agua dulce monumental, arrancada a los árboles, a los peces y a la
vida humana. Sin gestión del agua residual ni de la proliferación de químicos,
generalmente devueltos a la ronda inocente del ecosistema.
Un año atrás el decreto 1277 declaraba la soberanía hidrocarburífera. La
soberanía parece ser una esclava que pasa de manos. La nacionalización gloriosa
y festiva de YPF devolvió el petróleo a manos de empresarios nacionales. No del
Estado. Ahora las cosas vuelven a su curso natural. Es el tiempo de
desnacionalizar. Y volver a secuestrar la soberanía. Para que no hable tonterías
en los discursos vacíos. (El contrato con Chevron estará atado a la jurisdicción
legal de Estados Unidos- La Nación, 17/07/2013).
El decreto apareció un día antes de la firma del convenio con la ex Standard Oil y
socia fagocitadora de Texaco. Días antes, la Corte Suprema ponía fin al embargo
determinado por Ecuador, donde el paso de Chevron dejó una marea de
contaminación de futuro impredecible. “Se instaló en 1964 en la Amazonía ecuatoriana y explotó distintos yacimientos hasta 1990. En 26 años derramó 103 millones de litros de crudo, contaminó 63 mil millones de litros de agua y 480 mil hectáreas, afectando gravemente a 30 mil personas -aborígenes y campesinos-, que habitan la zona. (…) La Corte Suprema levantó un embargo de 19 mil millones de dólares pedido por la justicia de Ecuador por contaminación en ese país.” (Darío Aranda). No hay inocentes en esta historia. Desde el sur hasta los nortes la Ñuke Mapu, la Pacha, la madre de todos los pájaros y todos los frutos les temblará en los pies. Habrá que explicarles. Que el Grupo Rockefeller es el dueño de Chevron y a la vez se relaciona con la explotación de petróleo en Malvinas y a la vez está ligado a los intereses de los agroquímicos y Monsanto y a la vez a la insaciable Barrick Gold. En Vaca Muerta, en las profundidades cercanas al río Neuquén, hay gas y petróleo que yacen en los fondos abismales. En tiempos en que los recursos se agotan, no se cambian las matrices, no se piensa en modificar las fuentes de la energía que mueve las cosas. Entonces se buscan los hidrocarburos no convencionales. Es decir, aquellos que son de acceso complejo. Para eso, aparece el fracking. O hidrofractura. Neuquén ya convive con el primer pozo horizontal multifractura. Y en Vaca Muerta vendrán a quebrarles la tierra a lo hondo y a lo ancho. A la comunidad originaria Gelay Ko, cerquita de Zapala, se le mueren los animales. El agua dejó de ser pura y se enferman más. A los mapuches que ayer rodeaban los pozos de Vaca Muerta les mutilarán su espacio y les intoxicarán el aire y el agua. La tierra, la Ñuke, les temblará bajo los pies. El fracking es un terremoto debajo de la tierra generado por explosiones. Primero se produce una fractura vertical para quebrar las rocas que contienen hidrocarburos en sus poros. Luego, el quiebre es horizontal. Para lograrlo, se utiliza un enorme volumen de agua dulce en mezcla con 203 químicos. Cada excavación requiere 30 millones de litros de agua: el consumo diario de una ciudad de 80.000 habitantes. Si un pozo de petróleo convencional necesita 100.000 litros de agua, uno no convencional se lleva 3.500.000 (Marcelo Sarlingo, antropólogo y magister en Gestión Ambiental del Desarrollo Humano) El modelo vorazmente extractivo que hoy aparece con el rostro maquillado de Chevron –pero que es Monsanto, Cargill, Barrick, Osisko y más-, lastima con la misma ferocidad la soberanía y el ambiente. El fracking, además de dejar agujeros vacíos en la entraña de la tierra (como en los cerros volados y la lixiviación con cianuro), además de obligar bajo tortura a la tierra a entregar sus vísceras más secretas y valiosas, sacudirá esa intimidad. Es un terremoto subterráneo. Que producirá veneno en el agua y sismos futuros en la necesidad de reacomodamiento del adentro fracturado. Mientras tanto, la resistencia está en pie. Y será la diadema a mostrarles a los que están naciendo. Habrá que explicarles y decirles que es posible resistir. “Tal como lo muestran diferentes ordenanzas municipales que prohíben el fracking: Cinco Saltos, en Río Negro, picó en punta, superando incluso el veto de la intendenta; en Entre Ríos, ya son 10 los municipios que prohibieron esta técnica y en Mendoza, cuatro departamentos (…) Una medida cautelar en Chubut, presentada por representantes de pueblos originarios, logró frenar la exploración de un pozo de
fracking (…). La Confederación Mapuche del Neuquén dio a conocer un comunicado en el que rechazan el pacto entre Chevron e YPF, y afirma que no dejarán ingresar a la empresa, prófuga de la justicia ecuatoriana, a sus territorios ancestrales” (Maristella Svampa, documento de Plataforma 2012). Habrá que explicarles a los que están llegando qué se hizo con el suelo que les temblará en los pies. Con el aire y el agua hechos para la vida. Con la tierra que les mienten soberana. Habrá que crecerlos en la resistencia. Para la libertad.

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