Cada vez que haya que votar la licitación para la
recolección de basura se generará en el recinto del HCD la misma discusión que,
indefectiblemente, ganara su espacio en los medios. Parece que para esto
trabajan los concejales. No para presentar proyectos que brillan por la
ausencia de originalidad y de utilidad para el contribuyente. Los ediles
levantan la mano, negocian su continuidad y, en el cao de la oposición,
critican todo sin aportar casi nada.
Esta vez, como ya lo ha sido antes, la queja pasa por
la no presentación de los pliegos de licitación y la falta de información para
tratar el tema en las comisiones respectivas. El argumento del oficialismo,
válido en este caso, es que no se puede publicitar el pliego antes de ser
vendido para que algún vivo arme una oferta ganadora aprovechando una
información previa. Lo avala el hacho de haber conseguido que se votara una
ordenanza que exime al Ejecutivo de la obligación de exhibir los pliegos. Las
reglas son claras. No sé si son ortodoxas o del todo aceptables, pero se han
votado y hay que respetar lo que se aprobó por mayoría. Aquí hay que aclarar
que no siempre el oficialismo contó con esa mayoría necesaria para imponer su
voluntad. Es decir, la oposición aportó su mano para que esto sucediera. Hoy,
en vísperas de las nuevas elecciones, se vuelve a reflotar el tema para la
tribuna. Hay algo sin embargo que parece no preocuparle a nadie en esta
discusión y es la falta de barrido de muchas calles de las miles que le
quitaron a Covelia para que las cooperativas realicen ese trabajo por un módico
salario mínimo (que no llega al mínimo) y por lo que no asisten a sus tareas,
dejando la ciudad sucia y maloliente. Son variadas las quejas sobre este tema
por parte de los vecinos. Ese debería ser el tema a tratar, no si la licitación
cumple con los requerimientos porque de existir una ilegalidad y se descubre
posteriormente, se puede denunciar y corregir o anular. Ese no es el problema.
El problema es la falta de compromiso de algunos para con sus votantes, pero de
eso no se habla porque ensuciaría a propios y ajenos. Nada más, ni nada menos
que la famosa hipocresía nacional. Y en eso somos expertos.
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